GUÍA 7. PARTE 2. GRADO 10°
PARA APLICACIÓN Y DESARROLLO DE
ACTIVIDADES CON ESTUDIANTES
GUÍA 7.
PARTE 2
ANALIZA
Y RECONOCE.
EL BARROCO Y MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.
La producción literaria de Cervantes solo podría tener lugar en el
contexto del Barroco donde la cultura popular incurre con fuerza en el ámbito
de las letras. Tanto la vida como la obra de Cervantes son representativas
del periodo Barroco.
* LA VIDA DE MIGUEL DE
CERVANTES.
Miguel de Cervantes nació en
Alcalá de Henares. Después de estudiar, se incorporó al séquito del cardenal
Acquaviva, con quien viajó a Italia. A partir de 1570, se desempeñó como
soldado. Participó en la batalla de Lepanto, en la que perdió el uso de su
mano izquierda, por lo que se le conocía como el Manco de Lepanto. De regreso
a España, su barco fue atacado por los turcos y pasó cinco años cautivo en
Argel donde escribió una parte de su obra. A pesar del éxito literario que
alcanzó al final de su vida, murió el 23 de abril de 1616 agobiado por
penurias económicas.
A través de la obra de Cervantes es posible encontrar referencias
autobiográficas:
- Autorretrato. En sus prólogos, a menudo hace referencia a él mismo.
Ejemplo:
Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa
y desembarazada, de alegres ojos y de nariz
corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte
años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni
menudos ni crecidos [...]
- Las armas. Como Garcilaso, Cervantes siempre presumió de su pasado
como soldado.
Ejemplo:
Perdió En la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un
arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene como hermosa por
haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados
siglos. […] Miguel de Cervantes. Novelas ejemplares (fragmento).
- Su obra. Cervantes dedica su obra a un lector específico y habla de
la altura de ésta.
Ejemplo:
Yo he dado en Don
Quijote pasatiempo
al pecho melancólico y
mohíno
en cualquier sazón, en todo tiempo. […]
Nunca voló la pluma
humilde mía
Por la región satírica:
bajeza
Que a firmes premios y desgracias guía. […]
Miguel de Cervantes. Viaje al Parnaso (fragmento). 1974.
* La obra de Miguel de Cervantes.
Cervantes sintetiza el clasicismo idealista del Renacimiento y el
realismo pesimista del siglo XVII que anuncia el Barroco.
La poesía. Ésta fue para Cervantes su verdadera vocación. En su
producción poética, cultivó distintos estilos.
Escribió al principio en estrofas italianas, tuvo como modelo a
Garcilaso de la Vega y la lírica pastoril.
• POEMAS EXTENSOS.
Reflexionó sobre la poesía y la obra de poetas. Sobresalen el Canto de
Caliope y el Viaje del Parnaso.
• POESÍA TRADICIONAL.
Compuso poesía tradicional, como el romance (que intercaló en Don
Quijote y en Novelas ejemplares).
· EL TEATRO. Se
distinguen las siguientes tendencias:
• Teatro clasicista. Sigue el modelo de las tragedias griegas, como El
cerco de Numancia.
• Comedias. Escribe La gran sultana y Los baños de Argel.
• Entremeses. Se enmarcan en el realismo costumbrista, pero con una
mayor carga satírica, como se observa en La elección de los alcaldes de
Daganzo y El retablo de las maravillas.
Repercusión de la obra cervantina.
Cervantes ha sido considerado uno de los precursores de la novela
moderna, y su huella literaria se puede rastrear en todas las épocas
posteriores.
ACTIVIDAD.
Interpreta.
1. ¿Cuál fue el otro oficio que marcó la vida y la obra de Cervantes,
además de ser escritor?
2. Lea el siguiente poema y escriba un comentario en el que describa su
temática.
Cuando Preciosa el panderete toca
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos;
flores son que despide de la boca.
Suspensa el alma, y la cordura loca.
queda a los dulces actos sobrehumanos
que, de limpios, de honestos y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.
Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas llevan, y a sus plantas tiene
Amor rendidas una y otra flecha.
Ciega y alumbra con sus soles bellos.
su imperio Amor por ellos le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha.
Miguel de Cervantes.
Cuando Preciosa el panderete toca. Obra completa II. 1994
Argumenta.
3. Explique por qué Cervantes se sentía orgulloso de su herida.
Propón.
4. Lea (completo) el famoso Discurso de las armas y las letras. Elabore
un escrito de una página, en el que explique su punto de vista o su
preferencia por las armas o las letras.
CAPÍTULO XXXVIII
Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras.
Prosiguiendo don Quijote, dijo: —Pues comenzamos en el estudiante por
la pobreza y sus partes, veamos si es más rico el soldado, y veremos que no
hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria
de su paga, que viene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con
notable peligro de su vida y de su conciencia. Y a veces suele ser su
desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en
la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo,
estando en la campaña rasa, con solo el aliento de su boca, que, como sale de
lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, contra toda
naturaleza.
Pues esperad que espere que llegue la noche para restaurarse de
todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su
culpa, jamás pecará de estrecha: que bien puede medir en la tierra los pies
que quisiere y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las
sábanas. Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recebir el grado de
su ejercicio: lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la
cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo que quizá le habrá pasado
las sienes o le dejará estropeado de brazo o pierna. Y cuando esto no suceda,
sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se
quede en la mesma pobreza que antes estaba y que sea menester que suceda uno
y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para
medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces. Pero, decidme,
señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la
guerra que los que han perecido en ella? Sin duda habéis de responder que no
tienen comparación ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán
contar los premiados vivos con tres letras de guarismo.
Todo esto es al revés en los letrados, porque de faldas (que no quiero
decir de mangas) todos tienen en qué entretenerse. Así que, aunque es mayor
el trabajo del soldado, es mucho menor el premio. Pero a esto se puede
responder que es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil
soldados, porque a aquellos se premian con darles oficios que por fuerza se
han de dar a los de su profesión, y a estos no se pueden premiar
sino con la mesma hacienda del señor a quien sirven, y esta imposibilidad
fortifica más la razón que tengo. Pero dejemos esto aparte, que es laberinto
de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preeminencia de las armas
contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las
razones que cada una de su parte alega. Y, entre las que he dicho, dicen las
letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra
también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de
lo que son letras y letrados.
A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar
sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los
reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se
despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese,
las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar
y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la
guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de
sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y
debe de estimaren más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta
tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de
estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo
referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo
lo que a el estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación,
porque a cada paso está a pique de perder la vida.
Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al
estudiante, que llegue al que tiene un soldado que, hallándose cercado en
alguna fuerza y estando de posta o guarda en algún revellín o caballero,
siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no
puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca
le amenaza? Solo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que
pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo
y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas y bajar al
profundo sin su voluntad. Y si este parece pequeño peligro, veamos si le
iguala o hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas en
mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas no le
queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del
espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante
de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de
artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una
lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los
profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón,
llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta
arcabucería y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario.
Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá
levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si este
también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede,
sin dar tiempo al tiempo de sus muertes: valentía y atrevimiento el mayor que
se puede hallar en todos los trances de la guerra.
Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable
furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor
tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica
invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida
a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del
coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una
desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor
que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina) y corta y acaba en
un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.
Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber
tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es
esta en que ahora vivimos; porque, aunque a mí ningún peligro me pone miedo,
todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar
la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de
mi espada, por todo lo descubierto de la tierra. Pero haga el cielo lo que
fuere servido, que tanto seré más estimado, si salgo con lo que pretendo, cuanto
a mayores peligros me he puesto que se pusieron los caballeros andantes de
los pasados siglos.
Todo este largo preámbulo dijo don Quijote en tanto que los demás
cenaban, olvidándose de llevar bocado a la boca, puesto que algunas veces le
había dicho Sancho Panza que cenase, que después habría lugar para decir todo
lo que quisiese.
En los que escuchado le habían
sobrevino nueva lástima de ver qué hombre que al parecer tenía buen
entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese
perdido tan rematadamente en tratándole de su negra y
pizmienta caballería. El cura le dijo que tenía mucha razón en todo
cuanto había dicho en favor de las armas, y que él, aunque letrado y
graduado, estaba de su mesmo parecer.
Acabaron de cenar, levantaron los manteles,
y en tanto que la ventera, su hija y Maritornes aderezaban el camaranchón de
don Quijote de la Mancha, donde habían determinado que aquella noche las
mujeres solas en él se recogiesen, don Fernando rogó al cautivo les contase
el discurso de su vida, porque no podría ser sino que fuese peregrino y
gustoso, según las muestras que había comenzado a dar, viniendo en compañía
de Zoraida.
A lo cual respondió el cautivo que de muy
buena gana haría lo que se le mandaba, y que solo temía que el cuento no
había de ser tal que les diese el gusto que él deseaba, pero que, con todo
eso, por no faltar en obedecelle, le contaría.
El
cura y todos los demás se lo agradecieron, y de nuevo se lo rogaron; y él,
viéndose rogar de tantos, dijo que no eran menester ruegos adonde el mandar
tenía tanta fuerza.
—Y, así, estén vuestras mercedes atentos28 y oirán un discurso verdadero a quien podría ser que no llegasen
los mentirosos que con curioso y pensado artificio suelen componerse.
Con esto que dijo hizo que todos se acomodasen y le prestasen un grande
silencio; y él, viendo que ya callaban y esperaban lo que decir quisiese, con
voz agradable y reposada comenzó a decir desta manera: […]
ANALIZA Y RECONOCE
LA NARRATIVA DE
CERVANTES.
La mayor contribución literaria de Cervantes se produce en el campo de
la novela; con él nace la narrativa moderna.
Escribió novelas pastoriles como La Galatea, novelas picarescas como
algunas de las Novelas ejemplares y novelas bizantinas como Los trabajos de
Persiles y Sigismunda, su obra de mayor representatividad El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha, fue el gran aporte de Cervantes a la
literatura universal es Don Quijote de la Mancha. Su protagonista es un
símbolo de la lucha por los ideales y la libertad. Con esta obra, se dio
inicio a la novela moderna.
Alonso Quijano pierde el juicio a causa del exceso de lectura de
novelas de caballería. Su mente empieza a desvariar: de la noche a la mañana
cree que es el caballero andante Don Quijote de la Mancha.
La primera parte del Quijote se publicó en Madrid en 1605 y tuvo una
gran acogida En 1614, cuando Cervantes todavía estaba redactando la segunda
parte, apareció el segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha, firmado por una persona que utilizaba un seudónimo: Fernández de
Avellaneda. En el prólogo de esta obra se atacaba las cualidades literarias y
personales del autor original. Cervantes, muy dolido, se apresuró a terminar
su segunda parte, que apareció en 1615. En ella respondió a los ataques de Avellaneda
y se aseguró de que nunca más se utilizara a don Quijote sin permiso, pues
hizo que muriera al final de la obra.
De los temas de Don Quijote de la Mancha se dice que es un tratado de
las bondades y miserias del ser humano: idealismo, crueldad con los débiles,
justicia, derecho a la libertad. Entre otros temas, sobresalen:
• Metaliteratura. Reflexiona sobre la literatura desde la propia
literatura, lo que se convertirá en un tema recurrente en los géneros
literarios contemporáneos.
• Denuncia social. Analiza la situación que sufre España, cuyos
habitantes viven sumidos en una gran pobreza económica y moral.
• Visión del mundo. Presenta el mundo como un gran teatro en el que se
confunden la realidad y la ficción, y donde confluyen el pasado idealista
propio del Renacimiento y el realismo que anuncia el Barroco.
Ejemplo:
Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de
Amadís de Gaula, y dijo el cura: Parece cosa de misterio esta; porque, según
he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en
España, y todos los demás han tomado principio y origen de este; y así, me
parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin excusa
alguna, condenar al fuego.
No, señor -dijo el barbero-, que también he oído decir que es el mejor
de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único
en su arte, se debe perdonar. [...]
Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha (fragmento), 1972
ACTIVIDAD
ARGUMENTA.
1.
Lea el
capítulo VIII del Quijote, conocido como "Episodio de los molinos de
viento" y describa la historia narrada desde el punto de vista de Sancho
Panza.
Capítulo octavo.
(resumen)
En esto,
descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y
así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va
guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí,
amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados
gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con
cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran
servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes?
—dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí
ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de
casi dos leguas.
—Mire vuestra
merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes,
sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que,
volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece
—respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos
son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el
espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y, diciendo esto,
dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su
escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de
viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometerI. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes,
que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque
estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades,
cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto
un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto
por don Quijote, dijo:
—Pues aunque
mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo
esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que
en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el
ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero
molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el
viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al
caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió
Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló
que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
—¡Válame Dios!
—dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía,
que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase
otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo
Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras
están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad,
que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos
gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la
enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas
artes contra la bondad de mi espada.
—Dios lo haga como
puede —respondió Sancho Panza.
Y, ayudándole a
levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba. Y,
hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del Puerto Lápice, porque
allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas
aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso, por haberle
faltado la lanza; y diciéndoselo a su escudero, le dijo: —Yo me acuerdo haber
leído que un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en
una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y
con él hizo tales cosas aquel día y machacó tantos moros, que le quedó por
sobrenombre «Machuca», y así él como sus decendientes se llamaron desde aquel
día en adelante «Vargas y Machuca». Hete dicho esto porque de la primera
encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco, tal y tan bueno
como aquel que me imagino; y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te
tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo
de cosas que apenas podrán ser creídas.
—A la mano de
Dios —dijo Sancho—. Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice;
pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del
molimiento de la caída.
—Así es la verdad
—respondió don Quijote—, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a
los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las
tripas por ella.
—Si eso es así, no
tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me holgara que
vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que
me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también
con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
No se dejó de reír
don Quijote de la simplicidad de su escudero; y, así, le declaró que podía
muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta
entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería.
Díjole Sancho que
mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía
menester, que comiese él cuando se le antojase.
Con esta licencia,
se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las
alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su
amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinab la bota, con tanto
gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y en
tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de
ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo,
sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que
fuesen.
En resolución,
aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don
Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el
hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió
don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había
leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches
en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras.
No la pasó ansí
Sancho Panza, que, como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de
un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no
lo llamara, los rayos del sol, que le daban en el rostro, ni el canto de
las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaba.
Al levantarse, dio
un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes, y
afligiósele el corazón, por parecerle que no llevaban camino de
remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse don Quijote, porque, como
está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias.
Tornaron a su
comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron.
—Aquí —dijo en
viéndole don Quijote— podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta
los codos en esto que llaman aventuras. Mas advierte que, aunque me veas en
los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para
defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja,
que en tal caso bien puedes ayudarme; pero, si fueren caballeros, en ninguna
manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes,
hasta que seas armado caballero.
—Por cierto, señor
—respondió Sancho—, que vuestra merced será muy bien obedecida en
esto, y más, que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en
ruidos ni pendencias. Bien es verdad que en lo que tocare a defender mi
persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas
permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle.
—No digo yo menos
—respondió don Quijote—, pero en esto de ayudarme contra caballeros has de
tener a raya tus naturales ímpetus.
—Digo que así lo
haré —respondió Sancho— y que guardaré ese preceto tan bien como el día del
domingo.
Estando en estas
razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito,
caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que
venían37. Traían sus antojos de camino y sus quitasoles.
Detrás dellos
venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos
mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora
vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias
con un muy honroso cargo. No venían los frailes con ella, aunque iban el
mesmo camino; mas apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero:
—O yo me engaño, o
esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos
bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda algunos
encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester
deshacer este tuerto a todo mi poderío.
—Peor será esto
que los molinos de viento.
—dijo Sancho—. Mire, señor, que aquellos son
frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire
que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe.
—Ya te he dicho,
Sancho —respondió don Quijote—, que sabes poco de achaque de aventuras: lo
que yo digo es verdad, y ahora lo verás.
Y diciendo esto se
adelantó y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y, en
llegando tan cerca que a él le pareció que le podrían oír lo que dijese, en
alta voz dijo:
—Gente endiablada
y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche
lleváis forzadas; si no, aparejaos a recebir presta muerte, por justo castigo
de vuestras malas obras.
Detuvieron los
frailes las riendas, y quedaron admirados así de la figura de don Quijote
como de sus razones, a las cuales respondieron:
—Señor caballero,
nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San
Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no
ningunas forzadas princesas.
—Para conmigo no
hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla —dijo don
Quijote.
Y sin esperar más
respuesta picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero
fraile, con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la
mula él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no
cayera muerto. El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su
compañero, puso piernas al castillo de su buena mula, y comenzó a correr por
aquella campaña, más ligero que el mesmo viento.
Sancho Panza, que
vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno arremetió a él y
le comenzó a quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes y
preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le
tocaba a él ligítimamente como despojos de la batalla que su señor don
Quijote había ganado. Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían
aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de
allí hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y
dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a
coces y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido. Y, sin
detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin
color en el rostro; y cuando se vio a caballo, picó tras su compañero51, que un buen espacio de allí le estaba
aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto, y, sin querer
aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino,
haciéndose más cruces que si llevaran al diablo a las espaldas.
Don Quijote
estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole:
—La vuestra
fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en
talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo,
derribada por este mi fuerte brazo; y por que no penéis por saber el nombre
de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha,
caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña
Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no
quiero otra cosa sino que volváis al Toboso y que de mi
parte os presentéis ante esta señora y le digáis lo que por vuestra libertad
he fecho.
Todo esto que don
Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era
vizcaíno, el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino
que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote
y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína,
desta manera:
—Anda, caballero
que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas
como estás ahí vizcaíno.
Entendióle muy
bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió:
—Si fueras
caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento,
cautiva criatura.
A lo cual replicó
el vizcaíno:
—¿Yo no caballero?
Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al
gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y
mientes que mira si otra dices cosa.
—Ahora lo veredes,
dijo Agrajes—respondió don Quijote.
Y, arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su
rodela, y arremetió al vizcaíno, con determinación de quitarle la vida. El
vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que, por
ser de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra
cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de
donde pudo tomar una almohada, que le sirvió de escudo, y luego se fueron el
uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos.
La demás gente quisiera ponerlos en paz, mas
no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le
dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la
gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que
veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se
puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno
una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la
rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote,
que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dio una gran voz,
diciendo:
—¡Oh, señora de mi
alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, ¡que
por satisfacer a la vuestra mucha bondad en este riguroso trance se halla!
El decir esto, y
el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al
vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a
la de un golpe solo.
El vizcaíno, que
así le vio venir contra él, bien entendió por su denuedo su coraje, y
determinó de hacer lo mesmo que don Quijote; y, así, le aguardó bien cubierto
de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte, que ya, de
puro cansada y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso.
Venía, pues, como
se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto, con
determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo
levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes
estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños
golpes con que se amenazaban; y la señora del coche y las demás criadas suyas
estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de
devoción de España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan
grande peligro en que se hallaban.
Pero está el daño
de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta
historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas
de don Quijote, de las que deja referidas. Bien es verdad que el segundo
autor desta obra no quiso creer que tan curiosa
historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan
poco curiosos los ingenios de la Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en
sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así,
con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible
historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se
contará en la segunda parte.
PROPÓN.
TRABAJAEMOS
NUESTRAS EMOCIONES: SOLIDARIDAD.
2. Reflexiona:
¿Cómo se evidencian la denuncia social y la visión del mundo propias de
Cervantes en el "Episodio de los molinos de viento"?
¿Como se representa esa denuncia social en la actualidad?
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CRITERIOS DE EVALUACIÓN.
SUPERIOR:
- Identifica y explica empleando ejemplos
aspectos de la literatura del Renacimiento y el Barroco.
- Diferencia entre las
distintas ideas que presenta un texto y escribe un texto literario
adecuadamente.
ALTO:
- Explica aspectos esenciales de la
literatura del Renacimiento y el Barroco.
- Establece un análisis
sobre las ideas principales de un texto y escribe con creatividad un texto
literario.
BASICO:
- Identifica algunas
características de la literatura del Renacimiento y el Barroco.
- Identifica las ideas
principales de un texto y escribe un texto literario sencillo.
BAJO:
- Presenta dificultades
para identificar aspectos de la literatura del Renacimiento y el Barroco.
- Presenta dificultades
para establecer un análisis sobre las ideas principales de un texto.
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MEDIO DE RECEPCION DE ACTIVIDADES:
Las
actividades se las debe presentar por uno de los siguientes medios: Por la
plataforma Sapred, por el siguiente correo electrónico: hengivill@gmail.com, al chat del grupo. Se hace cordial Solicitud de enviar
actividades si es posible en PDF o Word.
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RECURSOS UTILIZADOS:
Vamos a Aprender. Lenguaje 10. MEN, Colombia
Aprende.
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OBSERVACIONES
Y/O RECOMENDACIONES:
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